Cuando escuchamos que una forma de gestión no estatal ha incursionado en operaciones de importación y/o exportación, casi automáticamente nuestra mente asocia tal actividad con productos agroindustriales, equipamientos, accesorios, materias primas…

Sin embargo, uno de los elementos positivos de las normas publicadas en agosto de 2020 y que abrieron las puertas al comercio exterior mediante la conducción de empresas estatales, es que no limita dicha posibilidad a trabajadores por cuenta propia (TCP) o cooperativas no agropecuarias –sino que es para todo el sector no estatal– y que los servicios y bienes que pueden colocarse en el ámbito internacional son tan variados como ese mismo mercado.

Eso lo sabe bien el TCP Bernardo Romero, fundador de Ingenius Cuba, una microempresa de soluciones informáticas y electrónicas que ya ha firmado tres contratos de exportación, dos a través de Softel y uno mediante Desoft.

«Nosotros no exportamos un producto, sino un servicio que pudiera definirse como desarrollo de software a la medida del cliente. Hasta ahora solo han sido acuerdos pequeños, pues recién estamos empezando, pero el propósito es seguir creciendo y posicionarnos en un mercado exterior que es competitivo y exigente».

Si bien para Romero la experiencia de exportar ha sido positiva y agradece el acompañamiento especializado de las entidades del Estado, considera que «hay muchos elementos que son perfectibles y que pudieran cambiarse en aras de echar pa´alante esta política que tanto puede reportar para las forma de gestión no estatal, como para el país»

¿QUÉ DICEN LOS NÚMEROS?

Datos ofrecidos recientemente por directivos del Ministerio del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera (Mincex), indican que hasta la primera quincena de enero de 2021, 4 450 formas de gestión no estatal se habían acercado a las empresas especializadas, en tanto, 2 081 tienen intenciones firmes de establecer algún tipo de operación.

Desde que se publicaron las normas hace cinco meses, se han firmado 863 contratos: 42 corresponden a la exportación y 821 a importaciones, y, como resultado de tales negociaciones, se han movido 22 millones de dólares.

Sin embargo, al analizar tales datos, pudiéramos preguntarnos por qué el número de acuerdos suscritos para importar bienes es superior a los relacionados con la exportación.

Al decir de Vivian Herrera Cid, directora general de Comercio Exterior del Mincex, la economía cubana, y de ello no escapan las formas de gestión no estatal, tiene una alta vocación importadora, tendencia que resulta imprescindible revertir en la medida en que la industria nacional sea capaz de satisfacer la demanda creciente de todos los actores económicos.

A la par de las negociaciones, explicó a Granma, se ha llevado a cabo un levantamiento en los territorios de todo el potencial exportable, pues cada producto o servicio que pueda colocarse en el mercado mundial, aunque no sea a gran escala, es una puerta de entrada de divisas.

La ausencia de estas iniciativas, dijo, unido a la obsolescencia tecnológica del plantel industrial cubano, el inmovilismo empresarial, y el exceso de regulaciones, figuran entre las causas que han dado lugar al decrecimiento de las exportaciones. En la actualidad se ha comenzado a desatar amarras y los resultados, más temprano que tarde, deben ser positivos.

«No obstante, también hay que tener en cuenta que exportar no es cosa sencilla. Además de cumplir una serie de requisitos técnicos y normas internacionales, están las negociaciones para que ese producto exportable pueda colocarse en un mercado, donde va a estar compitiendo con otras marcas reconocidas».

Se trata de procedimientos que, frecuentemente, las formas de gestión no estatal desconocen o no dominan totalmente, pero que las empresas del comercio exterior sí manejan de forma eficiente, pues tienen la experiencia para viabilizar los procesos e, incluso, abaratar las operaciones, ya que Cuba es signataria de varios acuerdos comerciales, que incluyen beneficios en materia arancelaria, comentó.

¿NECESARIO? ACOMPAÑAMIENTO

Aunque existen criterios que cuestionan por qué la actividad de importación y/o exportación con carácter comercial debe realizarse mediante las empresas estatales especializadas –actualmente son 41–, la realidad ha demostrado, en palabras de Herrera Cid, que «esa conducción resulta necesaria, teniendo en cuenta las disímiles regulaciones existentes, así como lo importante de conocer a los clientes, su solvencia».

Similar opinión comparte Orelvis Bormey, quien define de «satisfactorio y vital» el asesoramiento de la empresa Cubaexport durante todo el proceso, que permitió que sus producciones de turrones de maní hicieran el largo camino de Villa Clara hasta Italia.

«Inicialmente, como parte de una prueba de mercado, exportamos 5 000 turrones de maní en formatos de 75 gramos, de ellos 2 000 molidos totalmente y 3 000 molidos con granos. Cubaexport ya tenía relaciones de trabajo con la entidad extranjera y eso propició un escenario de seguridad para las transacciones comerciales», aseguró a Granma.

Para este TCP, comercializar formalmente sus productos para consumo internacional resulta «una excelente experiencia que expone resultados, estimula y gratifica el trabajo y la dedicación».

Además, dijo, las exportaciones reportan ingresos en mlc, que dinamizan la economía de las nuevas formas de gestión y del país. «Ese ingreso, a su vez, nos permite realizar importaciones que garantizarán la incorporación de tecnología, lo cual deriva en la eficiencia de los procesos y los costos de producción, que luego definen los precios de venta».

El cuentapropista Bernardo Romero considera, por otra parte, que si bien el asesoramiento de las empresas resulta valioso, pues cuentan con una estructura superior y la experiencia de abogados y comerciales, deberían revisarse las normas que rigen el proceso de exportación enfocado en servicios pequeños y rápidos.

No estamos hablando –puntualizó– de exportar contenedores de aguacate, piña o carbón vegetal, sino de servicios como los de software y soluciones informáticas, que tienen que pasar por un trámite demasiado largo, cuando los clientes extranjeros que solicitan este tipo de prestación buscan operatividad, rapidez y eficiencia.

Ello no quiere decir que las empresas intermediarias no sean necesarias, sino que habría que particularizar y analizar qué servicios pueden gestionarse de forma diferente, atendiendo a su propia naturaleza, apuntó.

NUEVAS NORMAS, NUEVAS DINÁMICAS DE TRABAJO

Experiencias como las de Orelvis o Bernardo atestiguan que para las formas de gestión no estatal es posible, y factible, incursionar en el comercio exterior, y que el camino va poco a poco despojándose de las incertidumbres y temores iniciales, aunque todavía falta mucho por hacer y mejorar.

Como bien admite la Directora General de Comercio Exterior del Mincex, la entrada en vigor de las normas que rigen esta actividad ha impuesto un reto en la manera que hacíamos las cosas.

En el nuevo escenario, las empresas estatales –que en su rutina diaria suelen llevar una planificación milimétrica de sus importaciones y/o exportaciones– se enfrentan a otras formas de trabajo, a emprender gestiones que demandan mayor inmediatez, aunque ocurren a menor escala, y eso aún no se ha logrado del todo, apuntó.

«Por ejemplo, importadoras como Tiendas Caribe, Cimex y Sasa están acostumbradas a comprar grandes volúmenes de masa homogéneas de productos, para luego vender al mercado. La nueva dinámica les resultó inicialmente extraña, y eso creó “cuellos de botella” que ralentizaron los trámites, además de otras deficiencias como la falta de comunicación con las formas de gestión no estatal y la resistencia al cambio».

En relación con las importaciones, específicamente, varios clientes han señalado su insatisfacción por la demora en el arribo de sus productos.

«Si bien hasta ahora he recibido todos los artículos con la calidad-precio acordada, sería beneficioso que las entidades especializadas dispusieran de una cierta cantidad de productos en existencia, lo cual nos permitiría comprarlos en el momento necesario y sin demoras», expresó Caridad María González Guerra, una TCP en servicios gastronómicos y de cafetería, quien ha importado materia prima para la elaboración de helados.

Muchos de los trabajadores del sector no estatal no disponen de grandes sumas de mlc para hacer grandes compras con antelación y, por otra parte, el bloqueo económico de ee. uu. y la covid-19 complejizan el escenario de las importaciones, provocando que a veces los productos se demoren entre dos y tres meses en llegar a nuestras manos, precisó.

Según Herrera Cid, estas dilaciones suceden cuando los bienes no se encuentran en consignación y hay que esperar un tiempo por su llegada al país. No obstante, aclaró, más del 50 % de los contratos han utilizado la modalidad de consignación o depósitos aduanales, lo que posibilita que las mercancías se entreguen de forma inmediata.

Otra de las inquietudes que señalan las formas de gestión no estatal está relacionada con la posibilidad de que las empresas estatales, como parte su especialización, sugieran tipos de mercados o posibles clientes al sector no estatal, lo cual optimizaría las operaciones, pues serían entidades extranjeras confiables y, en muchos casos, con las que ya se han establecido relaciones comerciales.

Aunque no podemos olvidar que solo hace unos meses inició esta actividad del comercio exterior y, tanto las formas de gestión no estatal como las empresas están llamadas a un proceso de trabajo y aprendizaje continuo, este es el momento para seguir perfeccionando los modos de hacer y propiciar, entre todos, que las importaciones tributen a mejorar la calidad de los servicios, y que la marca Cuba conquiste el mercado internacional.